
Esta fecha, impulsada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sirve para pedir por el fin de las minas antipersona. Se trata de artefactos explosivos utilizados en zonas de conflicto —diseñados para estallar al mínimo contacto— que se ocultan en la tierra con objetivos militares.
Sin embargo, matan o hieren a cualquiera que las pise o esté en sus inmediaciones, tanto soldados como a civiles.
Según datos de la ONU, en promedio una persona muere o resulta herida por un artefacto explosivo de este tipo cada hora.
La principal problemática radica en que las minas antipersona permanecen activas mucho tiempo después de su instalación, y aunque haya terminado el conflicto, pocas veces se desentierran. Por eso desde la ONU sostienen que la presencia de minas “amenaza vidas, restringe la libertad de movimiento, limita el acceso a la tierra, priva de derechos a las comunidades y, sobre todo, infunde miedo e inseguridad”.