El seleccionado Argentino, se siente en fuerte y en crecimiento

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Rubricada la segunda victoria en cinco días, Argentina, con los 3 puntos en los bolsillos, no debe dormirse en el triunfo, ya que  si ganar en La Paz ha sido difícil e infrecuente, haber ganado -y como se ganó- debe ser mensurado y valorado.

La que saltó al campo en el estadio Hernando Siles es una de las formaciones bolivianas más débiles que se tenga memoria. Basta con reponer que la dupla de ataque la ocuparon Marcelo Moreno Martins y Carlos Saucedo, de 41 años, como prueba elocuente.

Honrado el contexto histórico, puesto que lo contrario sería deshonesto, más meritorio es destacar aún el haber remontado (después de un puñado de minutos de vacilación y blandura) una imagen que perfiló una versión corregida y aumentada del incoloro debut con Ecuador del jueves de la semana pasada y que se resolvió con ajustada victoria por 1-0 en La Bombonera.

Ni por asomo la reacción vino de la mano del tándem Leandro Paredes-Rodrigo de Paul.Y tampoco cumplió un rol encomiable Lucas Ocampos, cuya potencia y su plus aeróbico invitaban a suponer que, salvadas las debidas distancias, en los 3.640 metros de altura de La Paz sería poco menos que una matizada versión de un genuino correcaminos del altiplano, como Ángel Di María.

En orden impreciso, punto más y punto menos, un muy recuperado Nicolás Tagliafico, Exequiel Palacios, Lautaro Martínez y Lionel Messi. El tucumano Palacios, en tanto,  es un podio en sí mismo:  ofreció repertorio (lectura más pase) y jerarquía de techo por verse en una zona de la cancha, la media, donde el semillero argentino hoy carece de expresiones supremas.

La Selección creció y subió la dura cuesta paceña por saber sobrellevar los momentos de marea baja, mantener un saludable piso de orden colectivo y cabeza fuerte, volverse compacto en un dominio de la pelota más preciso y más extendido en el campo boliviano (aceptable Guido Rodríguez, pese a las deudas de quite que comparte con Paredes) y descansar en esa tenencia sin renunciar al triunfo que al cabo consumó gracias a una geometría limpia y de notable ejecución de otro recién llegado a la casa de las buenas noticias: Joaquín Correa.

En las dudas, sombras y otras yerbas debe mencionarse a un Franco Armani con escaso dominio del área, tal si estuviera en una crisis de confianza; Nicolás Otamendi, lejos del abierto fracaso, pero también del espléndido defensor que supo ser en tiempos no tan lejanos; el doble 5 que ata a Paredes, desordena a De Paul y condiciona la impronta del equipo en sí; y el casillero todavía en entredicho del mejor interlocutor de Lautaro. 

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