Bajante extraordinaria evidenció la necesidad de un acuerdo integral de gestión de los ríos

0
430

Desde 1970 el río Paraná incrementó considerablemente su caudal promedio, lo que espació los fenómenos de bajante. «Eso otorga mayor relevancia a la actual bajante extraordinaria del Paraná y otros ríos de la cuenca regional», coincidieron expositores de un Webinar organizado por la Facultad de Ingeniería de la UNNE. Remarcaron que no hay perspectivas de pronta recuperación y que esta situación deja al descubierto la necesidad de un plan internacional de gestión de los ríos.

«Estábamos tan enfocados en abordar las crecientes de los ríos de la región pero no estábamos igual de preparados para las bajantes extraordinarias” fue una de las principales conclusiones del Webinar “La bajante de los ríos Paraná y Uruguay, y su impacto socioeconómico y ambiental en la región Nordeste» organizado por la Facultad de Ingeniería de la UNNE.

Dicha mirada fue compartida por los disertantes de la propuesta virtual, el ingeniero Hugo Rohrmann, docente de la Facultad de Ingeniería de la UNNE; el  doctor Juan José Neiff (ex director del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal, UNNE-Conicet) y ex docente de la Facultad de Ingeniería de la UNNE;  el ingeniero Gustavo Villa Uría, subsecretario de Obras Hídricas de la Nación; y el ingeniero Juan Borús, del Instituto Nacional del Agua.

Entre los datos relevantes aportados en las exposiciones, se destacó que la actual bajante en ríos de la región compartida por Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay es la más pronunciada en décadas, y nunca se tuvo una fase baja tan marcada desde la creación del sistema de alerta hidrológico de la Cuenca del Plata hace 37 años.

Se resaltó asimismo que desde 1970 se observa un crecimiento del caudal promedio del río Paraná, que se incrementó 1,5 metros, por lo que entre 1901 y 1970 las bajantes eran más frecuentes, y desde 1970 se espaciaron los estiajes.

Consideraron que las represas ubicadas en distintos tramos de los ríos de la región no están incidiendo en la bajante actual, todo lo contrario, están aportado agua retenida para incrementar los caudales de los ríos.

Los expositores coincidieron también en que esta situación inédita debería motivar acuerdos para la gestión del recurso hídrico entre los  países de la región.

HUGO ROHRMANN

El ing. Rohrmann, hidrólogo, docente de la FAI-UNNE y ex presidente de la Asociación Provincial del Agua de Chaco, brindó una serie de datos para graficar el porqué de tan pronunciada bajante de los ríos de la región, en especial del Paraná.  

Según explicó, en Corrientes el caudal medio del río Paraná desde 1904 a 2018 fue de 17.495 metros cúbicos por segundo. Entre 1904 y 1970 fue de 16.190 y desde 1971 a 2018 se registró un promedio de 19.316 metros cúbicos  (un incremento de más de 3.000 metros cúbicos segundo).

Entre los motivos de los cambios notorios desde 1970,  dijo que pueden mencionarse los mayores índices de precipitaciones en las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay desde 1970, así como la modificación del uso de suelo, pues, por ejemplificar, hacia el año 1890 el Estado de Paraná en Brasil tenía 83% de cobertura forestal y en 1990 del 5%.  Menor cobertura boscosa representa menor capacidad de retener agua.

Además mencionó la construcción de represas, que impactaron en la regulación del caudal, aunque contribuyendo con la reducción en amplitud de extremos.

“Hay un cambio de comportamiento en el río Paraná en los valores de alturas mínimas, un nuevo ciclo desde 1970” manifestó y apuntó que en la serie antigua (1091-1970) la altura mínima promedio anual del río Paraná era de 0.80 metros, y desde 1970 está en 2,26 metros.

Por eso, sostuvo,  llama la atención un valor actual de 0.70 metros en Corrientes o Barranqueras, pero ese valor sería el promedio de la serie antigua.

Señaló que pese a su baja participación en el aporte de agua al caudal del río Paraná, el río Bermejo aporta entre el 75 y 90% de sedimentos al río Paraná, lo cual en épocas de bajante representa un riesgo para la navegación y tomas de agua.

Entre sus conclusiones,  Rohrmann reiteró que “las precipitaciones se desplomaron, lo cual es el principal motivo de la actual bajante extraordinaria”.

Además brindó recomendaciones como la importancia de medir las alturas en situaciones históricas como esta bajante, pues en la región hay hidrómetros que no están funcionando. “Estos datos históricos no pueden perderse”.

Consideró que debería acordarse entre los países de la Cuenca del Plata un protocolo respecto a cómo abordar cuestiones que se presentan en bajantes extraordinarias,  como ser el manejo de caudales mínimos de represas, tratamiento de efluentes, vedas de pesca, asegurar la navegación, entre otros.

JUAN BORUS

Posteriormente, el ingeniero Juan Borús, subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua (INA), señaló que “esta bajante sorprende”, no se dio en 37 años de existencia del sistema de alerta hidrológica de la Cuenca del Plata, que depende del INA.

Expresó que dicho sistema de alerta se creó con una impronta de atender crecientes, y ahora quedó en evidencia que no se tenía la mirada tan puesta en bajantes pronunciadas,

Sobre la situación actual, explicó que la cuenca del río Iguazú tiene una “memoria corta”, cambia rápido, por eso si hay precipitaciones que  mejoren la cuenca del Iguazú puede ayudar al río Paraná.

Pero resaltó que  “la perspectiva para adelante no es alentadora. No habrá rápida recuperación” y recordó además que en los últimos meses llovió muy poco y especialmente en abril fue muy aguda la falta de precipitaciones.

Desde un punto de vista técnico, dijo que hay cuatro áreas específicas donde debería llover para que mejore el caudal del río Paraná, aunque son ínfimas las expectativas porque las perspectivas climáticas no indican que lloverá en esas áreas.

Acotó que además de no haber indicadores que permitan decir que el clima va a cambiar, no se descarta que aparezca el Fenómeno de la Niña y que agrave la situación de estiaje, generando aguas aún más bajas y prolongando su duración.

Comentó que desde el año 1984 a la fecha no hubo eventos de bajante pronunciada en el Paraná, y desde 1969 en el río Iguazú. En el río Paraguay no registra bajante desde 2009, al igual que el río Uruguay. 

En relación a las represas, el referente del Instituto Nacional del Agua reconoció que desde que empezó la bajante, “se empezó a cuestionar el rol de represas”.

“Pensar que una bajante la causa un embalse es imaginar que una represa acumula agua. Y  si las represas acumulan y no largan agua no generan energía, y por ende no generan ganancias económicas” sostuvo.

También para Borús se requiere un encare integral entre países de la región, pues se están registrando impactos como problemas con las tomas de aguas, dificultad en navegación, riesgos para la fauna íctica, derrumbe de barrancas, incendios, y presencia de residuos sólidos en las costas.

Marcó la necesidad de control de las escalas hidrométricas para no perder datos históricos como la actual bajante y planteó además el desafío de “repensar” el concepto de recurrencia: “el pasado ha cambiado, y el futuro seguirá cambiando, ello debe llevar a pensar en un nuevo concepto de recurrencia”.

JUAN JOSE NEIFF:

Por su parte, el Dr. Juan José Neiff explicó que sobre el río Paraná se tienen datos de altura desde 1901, y si bien son muchos años, “en realidad es un punto pequeño en la historia del río” lo que torna complejo describir y entender su comportamiento.

“A ciencia cierta no podemos predecir cuándo se revertirá este proceso de bajante, debido a que está definido por las lluvias que son difíciles de predecir” señaló.

El ex docente de la Facultad de Ingeniería de la UNNE y ex director del CECOAL (UNNE-CONICET), se explayó al problema de la bajante extraordinaria desde la  perspectiva de los ecosistemas.  “El río no es sólo el curso, sino toda la planicie de inundación. Los elementos del ambiente, plantas y animales, sienten de manera diferente los procesos de creciente y bajante”.

Enumeró que desde el punto ambiental, las bajantes deben analizarse desde tres indicadores: nivel mínimo, duración de días y estacionalidad (en qué época ocurren).

Así, en primera mitad del siglo pasado, las bajantes del río Paraná se producían de manera frecuente, pero desde 1968 a la fecha hubo sólo una bajante extraordinaria.

Sobre la temporalidad, entre 1901 y 1942 las bajantes se producían de septiembre a enero, pero luego se desplazaron temporalmente, registrando gran diversidad en cuanto al tiempo del año en que ocurren.

En cuanto a la intensidad, desde 1950 disminuyó significativamente el número de días promedio de duración de las bajantes.

Sobre los impactos de la actual bajante extraordinaria, para Neiff debería promoverse la actuación de un comité de crisis a nivel regional, y tomarse medidas a nivel de cuenca hídrica y no a nivel de provincias o país.

Como medidas inmediatas necesarias, estimó que tendría que disponerse la prohibición total de pesca, prohibición de exportación de peces, mantenimiento permanente del canal de navegación, restricciones a la quema en la planicie de inundación y análisis periódico de calidad de agua.

VILLA URIA

Por último, el ingeniero Gustavo Villa Uría, de la Subsecretaría de Obras Hídricas de la Nación, explicó que actualmente en la cuenca del río Uruguay se está en el tercer peor valor histórico en 90 años, en el Iguazú en el peor de toda la serie histórica y el río Paraná registra el 12° valor más bajo de agua en 90 años.

También mencionó que las bajantes han sido muy contundentes hasta los años 70, y desde ese periodo se espacian los ciclos de aguas bajas en el Paraná. Entre las causas de ese cambio, mencionó el efecto regulador de las presas, que mitigan el impacto de los descensos naturales de las aguas, regulando la liberación de agua.

Respecto al almacenamiento de agua, sostuvo que los embalses brasileros de la cuenca del  río Iguazú han estado conservando aguas, por lo que de no ser por dichos embalses el río Iguazú casi no tendría agua actualmente. “Esas represas estuvieron perdiendo cerca del 30% de su agua acumulada para lograr que el rio tenga algo de caudal”.

En el caso de los almacenamientos de los distintos embalses de la cuenca del río Paraná, señaló que dichos embalses están en promedio con 54% de agua, salvo una represa que están en valores normales.

Comentó que el bajo nivel de agua en ríos de la región dificultó la toma de agua para consumo en numerosas localidades y afectó la navegación, lo que motivó gestiones con Brasil y Paraguay para lograr mejora en los caudales mediante un aporte de las represas.

Sobre los sistemas de medición de la actual bajante, informó que se recuperaron escalas que estaban debajo de agua y hasta tapadas por sedimentos tras más de 50 años.

Para finalizar, respecto al escenario futuro de la actual bajante, indicó que “preocupa el bajo nivel de almacenamiento de los embalses brasileros, que sumado a la situación actual y los pronósticos climáticos, hacen prever un escenario muy bajo de los ríos hasta septiembre mínimamente”.

Dejar respuesta

Por favor deje un comentario
Por favor ingrese su nombre