El peso de la deuda publica en la economía cotidiana

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En los últimos días se ha hablado bastante sobre el crecimiento de la deuda pública en relación al PBI.
Es sabido que este indicador es monitoreado de manera especial en los mercados debido a que es un ratio simple que muestra la dinámica de la deuda en el tiempo y puede ser interpretado, en cierta forma, como un indicador de sostenibilidad de la deuda de un país. Si este ratio crece constantemente significa que la deuda que se contrae anualmente supera la expansión de la economía y es entendido negativamente ya que aumentarían las probabilidades de ocurrencia de una crisis de deuda como consecuencia del peso de los compromisos asumidos por esa economía.

En los últimos meses, la deuda pública argentina ha tenido un salto en relación al PBI respecto de lo que eran las expectativas oficiales. Este fenómeno ocurrió como consecuencia de que, al subir el tipo de cambio, el PBI (es decir, la riqueza anualmente generada por el país) expresado en dólares cae. Este es el efecto directo y matemático de la devaluación sobre este ratio. Pero, además, la repentina suba del tipo de cambio tiene efectos reales sobre la economía que, en el corto plazo, significan una menor tasa de expansión, por lo que el PBI en dólares se achica respecto al 2017 por una doble vía.

De esta manera, y como puede apreciarse en el siguiente gráfico, estimamos que este año el país cerrará con una deuda pública bruta (es decir, considerando la deuda que el Estado tiene con sigo mismo) en torno al 68% del PBI, lo que implica 11 puntos porcentuales más que las estimaciones bases que manejaba el Ministerio de Hacienda a comienzos de año. Esos puntos adicionales son consecuencia de la depreciación del peso.

Este ratio implicaría una deuda pública bruta de aproximadamente 368.000 millones de dólares, lo que representaría un aumento en el stock de deuda de casi el 10% en relación al 2017. Mientras que el aumento del stock de deuda sería del 10%, el incremento en la participación sobre el PBI sería de 15 puntos porcentuales, lo que podría ser leído como una señal preocupante. Y desde luego que lo es. Sin embargo, no es esperable que esta dinámica se sostenga en los próximos años, al menos si el equipo económico logra con éxito llevar a cabo el programa acordado con el FMI.

Suponiendo que se cumplen las metas de déficit fiscal, que implican el alcance de un equilibrio primario durante el año 2020, la razón de deuda sobre PBI no debería continuar creciendo más allá del año 2020 e incluso, comenzaría a bajar a partir del año 2021. En el gráfico puede observarse la fuerte caída de la deuda pública durante los años 2005-2010 que se explica justamente por la conjunción de una economía en expansión y la acumulación de superávit fiscales en todos esos ejercicios.

Podría pensarse que más allá del cumplimiento de las metas fiscales, si volviera a ocurrir un salto del dólar similar al de los últimos meses, el ratio de deuda/PBI volvería a incrementarse. Lo cierto es que, si el gobierno mantiene la disciplina fiscal y no ocurren “eventos inesperados”, no son probables nuevos saltos disruptivos en la dinámica del tipo de cambio sino más bien un movimiento continuo de la moneda al ritmo de una inflación que converge hacia tasas más bajas. Con el compromiso de reducir las necesidades de financiamiento y los efectos que un aumento del ahorro público tiene sobre el desbalance externo, no es esperable un nuevo salto del tipo de cambio por encima de la tasa de crecimiento del resto de los precios. Dicho esto, es importante alertar sobre mayores cambios en el escenario internacional que continúen complicando las condiciones de financiamiento. En este sentido, el nuevo “gradualismo acelerado” del gobierno busca llegar al equilibrio fiscal antes y, por ende, necesitar de menores fondos de financiamiento como una manera de asegurarse la llegada al equilibrio ante un escenario global más incierto y cambiante.

De esta manera, ateniéndose fielmente al programa económico acordado con el FMI, la deuda pública alcanzaría un ratio máximo del 71% en el año 2020 donde lograría estabilizarse e incluso comenzar a bajar suavemente. Así, aunque una lectura negativa podría hacer foco en que en tan solo tres años (del 2015 al 2018) la deuda pasó de representar el 40% del PBI al 68% del mismo, una mirada puesta en el horizonte podría visualizar que más importante que el stock actual son los flujos futuros, es decir, el sendero de reducción del déficit fiscal. Un compromiso serio con el cumplimiento del mismo sería la mejor señal para recuperar la confianza de los mercados y reducir el riesgo país. Dicho esto, no debe ser despreciado el factor político: brindar expectativas de continuidad del gobierno también es central para recuperar y conservar la confianza de los inversores.

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